martes, agosto 08, 2006

Orfeo


Orfeo habría sido engendrado por el dios Apolo y la musa Calíope.

Poeta, teólogo y músico, recibió de su padre, una lira fabricada por Hermes mediante la cual interpretaba maravillosas melodías.

Dado que era un poeta y músico, con su lira y su poesía encantaba la naturaleza y nada podía superarle. Dicen que cuando cantaba los animales salvajes se echaban a sus pies, las aves regalaban sus trinos más hermosos y hasta las más terribles tempestades amainaban escuchándolo.

Orfeo se enamoró de la hermosa Eurídice y la hizo su esposa, pero ésta tuvo la desgracia de ser mordida por una serpiente y murió.

Desesperado descendió al Hades, el mundo tenebroso de la muerte, para rescatarla y devolverla a la vida.

Orfeo encantó a Hades (Plutón) y a su esposa Perséfone, reyes del mundo de ultratumba, al punto que aceptaron que se llevase de vuelta a Eurídice, con la condición de que mientras viajara con ella atravesando las zonas de las sombras, no debería mirarla por ningún motivo. Orfeo aceptó, pero no pudo vencer el deseo de mirar a su amada que se lamentaba de su actitud y no entendía su aparente indiferencia y volvió la cabeza para verla. De inmediato Eurídice fue llevada nuevamente a los obscuros abismos y para la eternidad.

Una leyenda asegura que más tarde Orfeo murió a manos de las basárides (o las ménades), que destrozaron su cuerpo. Las musas recogieron sus restos y los enterraron. En su tumba cantaban los ruiseñores y su lira fue convertida en una constelación. También se decía que los restos de Orfeo fueron arrojados al río, fueron a parar al mar, y llevados por las olas llegaron hasta la isla de Lesbos, lugar donde más tarde florecieron grandes poetas.

Es interesante notar que el tema de Orfeo y Eurídice ha sido inspiración para poetas y músicos, pero no todos se han conformado con su destino trágico.

En la ópera “Orfeo” de Monteverdi, quien tomó este tema en 1607 con un libreto de Alessandro Striggio, al final del drama Orfeo es presa de la desesperación en tanto que los espíritus se burlan por el hecho de que Orfeo, que ha podido vencer a los infiernos, no ha logrado dominarse a sí mismo. Entonces, regresa al sitio donde se enteró de la muerte de Eurídice y su lamento, repetido por el eco, alcanza lo alto del cielo. Apolo, desciende del Olimpo y le conduce a las alturas donde "en el sol y en los astros reconocerá su bella imagen".

Algo similar ocurre en Orfeo y Eurídice de Glück: los dioses salvan a la pareja en honor a su amor y les permiten seguir amándose entre los mortales

El tema de Orfeo y Eurídice es de una notable universalidad. De acuerdo a lo que afirma un estudio de Ramiro González D. publicado por la Universidad de La Frontera (Chile) existen incluso mitos mapuches que son comparables: “Dicen que un hombre enviudó” y “Viaje a la Tierra de los Muertos”. (Ver: GONZALEZ DELGADO, Ramiro. Relatos orales mapuches y el mito grecolatino de Orfeo y Eurídice. . Estud. filol.. [online]. 2001, no.36 [citado 01 Agosto 2006], p.35-59. Disponible en la World Wide Web: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0071-17132001003600003&lng=es&nrm=iso ISSN 0071-1713. )

Rainer María Rilke escribió en 1922 sus Sonetos a Orfeo inspirados como un epitafio a la muerte prematura de su amiga, la hermosa bailarina, Wera Ouckama Knoop. La traducción y comentarios de estos sonetos realizada por Otto Dörr Zegers es muy interesante. De esta obra, me permito transcribir, de su segunda parte, el soneto XXVIII:


Oh, ven y anda. Tú, casi niña todavía, agrega
por un momento el giro de tu danza a la pura
constelación de una de esas danzas, en las que,
nosotros, efímeros, superamos a la naturaleza


que oscura e imprecisa ordena. Porque ella
sólo se agitaba entera al escuchar a Orfeo con su canto.
Tú estuviste desde entonces y hasta ahora conmovida
y extrañada, porque un árbol pensó tan largamente


sobre si ir o no contigo hacia el oído.
Tú aun conocías el lugar donde se elevó la lira,
resonando: el inaudito centro.

Para él intentaste tú los bellos pasos
y esperaste dirigir alguna vez hacia la fiesta santa
la marcha y el rostro del amigo. (Sonetos a Orfeo. R.M.Rilke. Ed.Universitaria)

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